De admiradores y �fan�s club�
Esther M. Arjona
All� va Astrid�, comentan su compa�eras de trabajo. �M�rala, parece que flotara en lugar de caminar�. Esa es la percepci�n que se tiene de ella, que mira de reojo al resto de los mortales con total indiferencia. �Qui�n fuera Astrid para tener la atenci�n de todo el que est� a su alrededor�, dicen algunas. Otras sencillamente piensan ��Qu� se ha cre�do?�.
Pero �qu� hay de esos admiradores? Astrid ni siquiera tiene una leve idea de lo que piensan ellos de ella. �Cu�l ser� su percepci�n? Es dif�cil saberlo, pues aunque ella ha reconocido en algunos de ellos algunas miradas insistentes o ataques de cortes�a extrema (como recibir cinco veces el saludo efusivo de la misma persona, el mismo d�a y como si no te hubiera visto en un mes), pues nadie se ha atrevido a decir ni �esta boca es m�a�.
Vamos a otro spot; la cafeter�a de la empresa. Lugar perfecto para ver y saber qu� est� pasando.
�Buen provecho�, dice un compa�ero que en ese momento se retira. �Ves, uno nuevo para la lista�, otro comentario mordaz. ��Qu� lista?�, pregunta Astrid en total despiste, �y, a prop�sito, �qui�n era �l?�. �Ay, ni�a, eso no importa�, le dicen sus amigas, �El s� sabe qui�n eres t�. Tienes un fan�s club impresionante...�
�Eso �de qu� me vale?�, comenta Astrid en tono de broma. �Muchos admiradores pero m�s nada, ni una soda ni el almuerzo, pas� San Valent�n y ni una rosita... valientes enamorados�. Ser� que esa indiferencia que en principio causaba distinci�n terminaba espantando a sus pretendientes?
Lo m�s divertido de todo es que no sabes qu� es peor, si el remedio o la enfermedad, porque imaginen qu� pasar�a si se concretaran halagos, obsequios y proposiciones.
En una ocasi�n Astrid recibi� a trav�s del sistema de comunicaci�n instant�neo de su oficina un piropo y de los finos (les debo el tema de los piropos para m�s adelante), firmado con nombre y apellido. M�s que piropo, pr�cticamente una declaraci�n. Luego de pensarlo dos veces, llam� a sus compa�eras. �Vengan a ver esto porque necesito testigos�. �Oye, est�s acabando, d�jale algo a las dem�s, qu� ego�sta�, re�an sus compa�eras. Mientras tanto, Astrid trataba de recordar a qu� rostro pertenec�a el nombre que firmaba la nota. ��Qu� hago? �C�mo respondo esta nota? �Debo responder? Si le respondo �pensar� que le correspondo?�. Al final, la nota qued� sin respuesta, sobre todo despu�s de saber qui�n era el autor. Afortunadamente para ella �l no trabaj� all� por mucho tiempo, as� que no tuvo que invertir mucho tiempo escondi�ndose. Ahora imag�nense el arroz con mango si todos se manifestaran...
Pero la situaci�n va m�s all� de las paredes de su oficina, porque a trav�s del ciberespacio tambi�n llegan unas cuantas l�neas comprometedoras. �Hola mi amor...� inicia la conversaci�n en un acento extranjero que se deja sentir por la precaria ortograf�a del mensaje. ��Cu�ndo te veo?�. A lo que Astrid responde: �Podr�a ser peligroso si tus novias se enteran, �qu� pasa si me golpean? Ja ja ja�. De vuelta llega un �Muy graciosa. �Qu� hiciste el fin de semana?�. �Casi nada, sal� a comer, a hacer unos mandaditos, nada del otro mundo�, fue la respuesta de Astrid. �Oye, pero tienes que salir�. Aun con toda esta conversaci�n no se concreta la invitaci�n.
De M�xico llegaban tambi�n algunas l�neas de un chico de 22 a�os que casi se va de espaldas cuando se enter� de la edad de Astrid. Recuperado del shock le pareci� interesante hacerse amiga de una mujer con m�s experiencia que le llevara algunos a�os. �M�ndame una foto�. La respuesta fue: �Te la enviar� con la condici�n de que t� tambi�n me mandes una�. �Claro�, le dijo el mexicanito. �Qu� linda eres�, le dijo al recibirla. ��Y la tuya?�, le pregunt� Astrid. �Pero si ya te la envi�, insisti�. Pas� el tiempo y aunque Astrid le pidi� que se la enviara nuevamente, la foto nunca lleg�.
El d�a de trabajo contin�a. �Falta un tr�mite con aquellos documentos y tiene que ser ya�, dice alguien en la oficina. �Eso no es problema. Que vaya Astrid y ver�s c�mo le resuelven eso inmediatamente. Ella tiene influencias�, dice una de sus compa�eras con una sonrisa p�cara. �Eso no es cierto�, respondi� Astrid. Sin embargo, se dirigi� a cumplir su importante misi�n. Ya en los pasillos, mientras ella caminaba y se repet�an las miradas y los saludos, su atenci�n se centraba en una escena. �S�, hoy salgo temprano�, le dec�a Cecilia a su novio por tel�fono. �Est� bien. Te espero a las siete�. Cecilia cierra el tel�fono y comenta emocionada a quienes estaban cerca de ella: �Hoy vamos a salir, y dice que tiene algo para m�. Astrid sigui� de largo pensando �Qui�n fuera Cecilia!
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